Hace unos días me encontré con una noticia que me llamó mucho la atención: había salido al mercado un juego de mesa sobre publicidad, cuyo objetivo era conseguir la mayor notoriedad posible para tu marca. Un juego novedoso para divertirse con la familia y los amigos.

Pensé en mi trabajo, en cómo lo realizo, su valor y sentí que cobraban mucho significado las cosas que cultivamos desde chicos.

No pretendo convencer a nadie con lo que, luego, me llevó a reflexionar esta noticia. De hecho, pienso que todos tenemos criterios muy propios para desarrollar una idea, corregir un error, encontrar la solución a un problema o sustentar, de la mejor forma, el trabajo resultante de todo un proceso creativo. “Todos los caminos conducen a Roma”, pero los inicios pueden ser diferentes.

Por eso, lo que viene a continuación es claramente un testimonio, motivado por un interesante y divertido artículo que escribió una amiga en la agencia días atrás.

del juego a la idea

Foto de: Ruben Leija

“Goles hasta la rodilla”

De niño era un estudiante promedio, le destinaba al estudio lo justo y necesario para recibir boletas de notas “sin rojos”, pero con el numeral suficiente para hacer tranquilamente lo que más me gustaba en mis ratos libres.

 La pelota fue el primer juguete que, con plena conciencia de mis actos, saqué de mi casa para jugar en la calle. Soy de la generación que creció en un barrio, de partidos de fulbito de 10 versus 10 en una angosta y larga pista llena de baches, de piedras que fungían de arcos y cuya distancia entre una y otra, dictaban las normas prehistóricas del balompié de barrio, debía medir religiosamente 10 pies. Luego vinieron las chapadas, las escondidas, los trompos, encantados, kiwi, los siete pecados, palitroques, mundo, la botella borracha y lingo. ¡Qué buenas épocas!

 Terminada la primaria, una Navidad llegó a casa el famoso Monopoly. Sí, el de Parker Brothers, el que tenía los hoteles rojos y las casas verdes (hoy al revés). Y fue cuando empezó ese largo e inacabable romance con los juegos de mesa. No tardé en conseguirme del mercado un dos en uno de ajedrez y damas (sí, los imantados) así como un ludo de los Caballeros del Zodiaco, para jugar con mi hermano, mis primos y amigos.

 Hoy, cerca de los 40, recuerdo también los taps, los famosos recortables, el vicio del súper (“Seño, deme una hora pe”) y un sinfín de anécdotas lúdicas que, para algunos, el crecer, las responsabilidades, el estudio, el trabajo o el amor, se encargan de borrar poco a poco.

La creatividad en los juegos de mesa

Photo by Tim Foster on Unsplash

“No me quiero ir, señor Stark”

Aquí me quiero detener. Muchas veces nos olvidamos de por qué estamos realizando funciones y tareas del día a día. Entre el vértigo de presentar un proyecto dentro de los plazos correspondientes, desarrollar una campaña con la calidad suficiente para imponerse entre otras muy buenas propuestas o velar por la pulcra comunicación de una marca en todas sus plataformas; el estrés, la ansiedad, la preocupación y la frustración aparecen frecuentemente cual jinetes sembrando el error involuntario, las malas decisiones o las incorrectas interpretaciones de una solicitud.

 “¿Qué es lo que quiere el cliente?”, “¿por dónde debo comenzar?”, “¿qué rumbo debo tomar?”, son frases que muchas veces nos solemos repetir cuando las cosas no andan bien y la inspiración se desvanece. En resumen, nos vamos olvidando poco a poco de disfrutar de lo que hacemos y el trabajo se vuelve muy pesado.

 En este punto, sí, la teoría y los años de experiencia pueden resultar de mucha ayuda y suelen ser nuestra primera fuente de soporte para ponernos en orden; pero creo que es muy importante recordar también aquello que nos permitió descubrir y conocer el mundo por primera vez, así como sus reglas y desafíos: el juego.

juegos de mesa

Haz una pausa y libérate

De acuerdo a José Miguel Hernández, escritor costarricense e interventor internacional en educación y Bioética, “las acciones que favorecen el desarrollo de procesos del pensamiento creativo son aquellas que permiten la expresión libre, lúdica, flexible, fluida y original en los seres humanos”.

 Asimismo, este especialista señala que, gracias a estas acciones, podemos sentirnos tranquilos, relajados y libres de temores en nuestra interacción académica y social, además de facilitar la liberación de la imaginación, la fluidez, la flexibilidad, la divergencia, la abducción, la apertura hacia nuevas realidades, la eliminación de las fronteras culturales, ideológicas, religiosas, políticas y económicas.

 Concluyo entonces que el juego puede resultar muy importante a la hora de replantear nuestras ideas e iniciar un nuevo camino para nuestro proceso creativo; toda vez que, aparte de los mencionados, nos brinda múltiples beneficios transversales como planear y tomar decisiones, desarrollar la paciencia y la concentración, permite que nos comuniquemos mejor o elaborar la mejor estrategia.

Por esta razón, creo que necesitamos más agencias a las que no les dé miedo jugar, que no consideren la lúdica y el juego como pérdida de tiempo; sino por el contrario, que vean en ellos, una materia obligatoria en el desarrollo integral o multidimensional de todos los profesionales que trabajen en ella. Jugar no es dar un paso atrás, es la pausa necesaria que te permite encontrar un nuevo camino y dirigirte hacia él.

 En estos días difíciles, en los que el contacto social se ha reducido al mínimo para salvaguardar nuestra salud frente a la pandemia del coronavirus, aprovechemos la oportunidad de apoyarnos en los juegos para desarrollar aún más nuestras habilidades y contar con un nuevo recurso a la hora de trabajar en un proyecto. ¿Tienes una consola?, ¡qué suerte, úsala!; ¿tienes un Monopolio?, ve y desempólvalo; ¿tus amigos te dicen para jugar en línea?, ¡no lo desaproveches!

 Puedo asegurar que lo que jugué y sigo jugando, me ha ayudado mucho en lo laboral y académico (¡ni qué decir en lo social!) y seguramente lo seguirá haciendo. Agreguemos entonces a esa cuota de risa, diversión y buen ánimo para enfrentar los problemas al juego, una poderosa herramienta y un súper poder que todos, absolutamente todos llevamos dentro.

 

 Jean Polo – Redactor Creativo

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